Historia

El territorio que constituye el actual municipio de Vélez Blanco presenta un hábitat continuado desde la prehistoria hasta nuestros días, sucediéndose en él las diversas culturas que, desde el Paleolítico, han caracterizado la evolución histórica del Sudeste peninsular. Tres factores básicos han influido en el desarrollo de este importante y continuado poblamiento: el ser zona de comunicación entre el Sur y el Levante peninsular; la abundancia y bondad de sus aguas, y los recursos forestales, de caza y agropecuarios que siempre ha poseído. Los valles de los ríos y barrancos que configuran una de las cabeceras del río Segura hacia el Este, y del Guadalquivir hacia el Oeste han favorecido desde los tiempos prehistóricos, la penetración de gentes y de culturas, y la comunicación entre las zonas murcianas y levantinas y las andaluzas.

 

Las aguas han sido, sin lugar a duda, otro de los factores impulsores de este importante poblamiento, pues permitieron desde los primeros momentos una agricultura de regadío en las inmediaciones de las fuentes y arroyos, y alcanzó un auge peculiar durante el período árabe, con el trazado de la red de acequias que regaba la fértil vega de Vélez Blanco y que se mantiene aún en la actualidad.


Los recursos naturales disponibles han sido, por último, el otro factor importante en el desarrollo de su historia. La riqueza forestal de monte alto con pinares y encinares y de monte bajo con sus plantas aromáticas, esparto, etc., es reconocida en casi todos los períodos históricos. De los bosques se ha utilizado la leña para la construcción y el fuego, la caza, la bellota para el engorde de los cerdos, el esparto para instrumentos de trabajo (sogas, serones, aguaderas, capazos, cestas, etc.), para el calzado (esparteñas), o como parte del mobiliario (esteras, murales, asientos, etc.), además de las esencias extraídas de las hierbas aromáticas, o la riquísima miel mencionada en tantos textos desde la época árabe.


También hay que señalar la importancia de la agricultura de secano, que constituye la mayor parte del territorio en explotación. Los altiplanos de Topares, la Hoya del Marqués y la zona de Las Juntas o el Alcaide, entre otras, han sido explotadas desde el mundo antiguo hasta hoy. Por último la ganadería ha sido otra pieza clave en el desarrollo histórico, desde la abundancia de fauna que pastaba en las inmediaciones de los ríos y arroyos, puesta de relieve en las pinturas rupestres, hasta la constitución de grandes rebaños en el mundo medieval y moderno y en la actualidad. Durante la Edad Moderna, los señores de ganado vendían la lana a los genoveses afincados en Huéscar (Granada) para su exportación a través del puerto de Cartagena.Destaca la calidad de la raza del cordero segureño.

 

Las piezas de piedra tallada señalan la presencia de estos primeros pobladores que subsistirían gracias a la recolección de recursos naturales propios de la zona, la caza y la pesca.

Dentro del Paleolítico, la etapa mejor conocida es la del Paleolítico superior, a partir, sobre todo, del yacimiento de Cueva de Ambrosio. El momento estudiado de forma más detallada corresponde a tres fases del Solutrense, entre 23.000 y 16.000 años antes de nuestra era. La industria lítica localizada, como puntas de muesca, puntas de aleta, de pedúnculo, de laurel, buriles y raederas constituyen algunos de los primeros instrumentos de trabajo que se fabricaron y repararon en ese abrigo.

El Neolítico vuelve a estar representado en Cueva de Ambrosio aportando las primeras cerámicas que se elaboraron en esta tierra, teniendo en cuenta que ya se ha iniciado la agricultura, y con ella el cultivo de los cereales y el control de los rebaños.


Las últimas fases de la prehistoria, conocidas como de los metales, es decir, las que corresponden al cobre y el bronce, están marcadas por una considerable ampliación del territorio ocupado, al menos el conocido por nosotros, y con una mayor utilización de los recursos ganaderos, agrícolas y mineros. En esta fase comienzan a detectarse los poblados, que ocupan las cimas de cerros de mediana altura, bien comunicados, con buena visibilidad, a veces fortificados y próximos a los ríos donde podían desarrollar su actividad pastoril y agrícola, y en algún caso metalúrgica.

Las pinturas rupestres constituyen uno de los aspectos más conocidos y significativos de los pobladores prehistóricos de Vélez Blanco. Estudiadas desde principios de siglo por Federico de Motos, el abateBreuil y el profesor Hugo Obermaier, no han dejado de ser objeto de estudio y de nuevos descubrimientos hasta la actualidad (www.arterupestre.net). Las pinturas rupestres de Vélez Blanco se extienden por buena parte de los abrigos de todo el municipio, si bien los dos núcleos fundamentales lo constituyen el área en torno a los arroyos del río Caramel-Alcaide y la de los Maimones, junto al núcleo de Vélez Blanco.

Entre el primer grupo destacan los abrigos del estrecho de Santonge, con representaciones de ciervos, líneas onduladas que simbolizan el agua, rayitas verticales que podrían simbolizar la lluvia, y las de los Calares de Leria, con representaciones de animales y figuras humanas, o la Cueva del Gabar. En el segundo grupo destaca la singular Cueva de Los Letreros, declarada monumento nacional. Este abrigo se encuentra en las faldas del Maimón, próximo al manantial de la Fuente de los Molinos, donde se han localizado restos de materiales de diversas épocas prehistóricas. En sus paredes reúne un grupo considerable de representaciones seminaturalistas y esquemáticas, con una gran variedad y riqueza de tipos.

 


 


 
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